Cualquier parecido con la realidad no es meramente una coincidencia.

viernes, 30 de octubre de 2015

No todos los caminos llevan a Roma.

Yo siempre creí que todos los caminos llevaban a Roma,    
de hecho era cierto,                                       
y por eso comencé a odiar Roma ya que no encontraba ningún camino para salir de ella;                                       
y cuando creía haberlo encontrado y poder salir volvía a entrar.

Pero, entonces, llegaste tú.

Legaste tú y no me rompiste los esquemas, 
como lo habría hecho cualquiera (tú no eres cualquiera),                              
llegaste rompiendo los mapas de Roma;         
y ahora todos los caminos te apuntan a ti.

Llegaste cuando yo andaba perdida,      
entre Roma y París,                      
y cogiste mi mapa de entre las manos y me diste otro,                              
el de tu cuerpo.                         
Me pusiste una foto tuya en las manos y me dijiste que ese era el mejor camino que había para llegar al mejor destino.

También llegaste un quince de mayo en forma de pensamiento,                   
en clase de historia,                                     
de la cual me tuvieron que echar porque no te dejaba de pensar.

Y llegas todos y cada  uno de los días en forma de sueño,                           
desde los mejores sueños que he tenido contigo hasta el cañón de una pistola en tu sien; en mi sien.

Y ahora,                               
que estoy en filosofía,                       
y el profesor ha dicho que hay preguntas que no nos las planteamos de la manera precisa he llegado a la conclusión de que me formulé mal la pregunta.              
Me equivoqué, la pregunta no era:                     
“¿Cómo se sale de Roma?”
La pregunta es:

¿Cómo se sale de ti?

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