Cualquier parecido con la realidad no es meramente una coincidencia.

martes, 10 de noviembre de 2015

Hoy

Sigo durmiendo con la cabeza bajo las sábanas,
pero desde que no estás aprieto fuerte,
intentando simular esa falta de aire que sentía cuando dormías conmigo;
lo echo de menos.

He vuelto a pedir café con doble de azúcar porque ya no estás tú para decirme que es mejor con sacarina o,
en su defecto,
que es mejor con una única cucharadita;
echo de menos su sabor amargo.
Echo de menos el olor que desprendías tras tomar café.

También, desde que no estás, he vuelto a poner una única y triste alarma.
Ya no me merece la pena poner una alarma media hora antes porque ya no puedo verte dormir;
no puedo ver tu cara cuando estas en calma y son mis dedos los que juegan con tu pelo.
Ya no puedo besarte cinco minutos antes de que suene tu alarma para despertarte;
ya no puedo besarte.
Los primeros días me servía para asimilar tu partida,
para reconocer que ya no estás y yo no sé si estaré;
pero, aún así, echo de menos mirarte de madrugada.

He empezado a escuchar música clásica, más que de costumbre, por el simple hecho de que no tiene letra;
aunque he encontrado un músico, Ludovico Einaudi, capaz de devolverte a mi lado.
Ahora ya no suena Rulo, ni Pablo, ni Rozalen y Boza ha perdido su voz.
"A la altura justa de tus ojos" ha dejado de tener sentido y "al respirar" se ha convertido en la banda sonora de mi vida.
Si te digo la verdad echo de menos escuchar a Boza feliz.

Desde que no estás me he convertido en lo que todos quieren y nadie soporta,
me he destruido para parecerme a Grecia por si a caso a Irene le apetece escribirme un libro para, así, poder buscar, en sus últimas hojas, la crónica de mi muerte aunque ya no sé si anunciada.
Echo de menos la persona que era antes de tu huida.

Desde que me apartas de tu vida miles de pájaros mueren,
miles de niños lloran al otro lado del mundo
y tú, aquí, ríes con otras.
Te echo de menos.

Y es que, bueno, amor, hoy el frío quema más que cualquier otro día, más que en cualquier otra parte, y tú calientas otra cara, otras manos;
te arropas en otros brazos para pasar el helado invierno en otros labios.
Echo de menos el calor de tus manos.

-Y es que, amor, hoy el frío quema más que de costumbre
y tú no estás
y yo he decidido que nunca estaré.-