Cualquier parecido con la realidad no es meramente una coincidencia.

viernes, 30 de octubre de 2015

No todos los caminos llevan a Roma.

Yo siempre creí que todos los caminos llevaban a Roma,    
de hecho era cierto,                                       
y por eso comencé a odiar Roma ya que no encontraba ningún camino para salir de ella;                                       
y cuando creía haberlo encontrado y poder salir volvía a entrar.

Pero, entonces, llegaste tú.

Legaste tú y no me rompiste los esquemas, 
como lo habría hecho cualquiera (tú no eres cualquiera),                              
llegaste rompiendo los mapas de Roma;         
y ahora todos los caminos te apuntan a ti.

Llegaste cuando yo andaba perdida,      
entre Roma y París,                      
y cogiste mi mapa de entre las manos y me diste otro,                              
el de tu cuerpo.                         
Me pusiste una foto tuya en las manos y me dijiste que ese era el mejor camino que había para llegar al mejor destino.

También llegaste un quince de mayo en forma de pensamiento,                   
en clase de historia,                                     
de la cual me tuvieron que echar porque no te dejaba de pensar.

Y llegas todos y cada  uno de los días en forma de sueño,                           
desde los mejores sueños que he tenido contigo hasta el cañón de una pistola en tu sien; en mi sien.

Y ahora,                               
que estoy en filosofía,                       
y el profesor ha dicho que hay preguntas que no nos las planteamos de la manera precisa he llegado a la conclusión de que me formulé mal la pregunta.              
Me equivoqué, la pregunta no era:                     
“¿Cómo se sale de Roma?”
La pregunta es:

¿Cómo se sale de ti?

martes, 27 de octubre de 2015

La virtud

No te marques, decías.
Pero yo ya me marqué, tú me marcaste.
Desde el primer día, el que te vi, me calaste hasta los huesos
y fue cuestión de tiempo que lo hicieras:
Me tocaste y me hundiste.
Pero he de admitir que hasta la caída fue preciosa.

sábado, 17 de octubre de 2015

Carta de despedida.

Hola, ¿qué tal? Hace tiempo que no sé de ti,
aún que tú de mí lo sigas sabiendo todo.
No sé por qué te escribo pero tenia que hacerlo,
no debería hacerlo pero me hacia falta.
Bueno, en realidad sí que sé por qué lo hago, el único motivo es despedirme de ti otra vez, una vez más.
Cortar todos los hilos que nos unen porque ya empiezan a hacer marca, empiezan a cortar, a hacer herida
y después la herida se hace costra y la costra cicatriz;
y aunque ya me haya empezado a hacer cicatriz creo que ya basta, que no quiero que siga haciéndolo, porque entonces quién me va a querer;
porque si me sigo haciendo daño cómo me voy a querer.
Lo primero, no sé ni por qué  tú te fijaste en mí si solo soy la idiota que espera de pie, en la estación, mientras llueve;
no tengo nada de especial.
Soy un puto puzzle al que le faltan piezas porque alguien que intentó construirme se llevó unas cuantas,
porque algunas están quemadas por el incendio que más de una persona provocó sin intención de luego volver para apagarlo,
porque algunas desaparecieron por cada despedida;
porque las que quedaban están rotas por niños infelices y niñas caprichosas.
Ya que tú te has ido, y me has dejado aquí, te podrías haber llevado todo tu recuerdo.
Te podrías haber llevado a Boza y todas sus putas canciones, porque sí, porque justo a la altura de mis ojos se ha quedado la puta pena;
también a Rulo porque yo no quiero saber ni en quién piensas antes de apagar la luz ni quién está cuando despiertas tú, porque esa persona no soy yo;
te podrías llevar mis noches de insomnio y las pesadillas porque estoy harta de revivirlas una y mil veces y porque mi madre está hasta las narices de despertar, de madrugada, oyendo tu nombre gritado entre lágrimas; 
que ya estoy harta de partirme la voz por ti, gritando, para que por lo menos te gires.
Porque como dice la señorita Gae:
"Si llego a saber que tocarte tenía las caricias contadas me hubiese pegado a tu piel y no a tu recuerdo".
Pero yo no lo sabia y a mí se me terminó el duro,
como se suele decir.
Llegué, más de una noche, a rozar el suelo con mis, ya despellejadas, rodillas
y el choque no provocó revoluciones,
provocó destrozos de dentro a fuera,
de ti a mí.
Porque no, la montaña rusa no sigue su recorrido porque el piloto abandonó el vagón y yo, muy a mi pesar, no se pilotar
aunque, más de mil veces, haya dicho que sí.
A veces miento, he de admitirlo,
soy mentirosa compulsiva de promesas que no valen nada;
y otras veces digo verdades con forma de mentira que nadie cree.
Esta es mi vida, no busques más vueltas de hoja porque sería inútil buscar el libro que nadie escribió sobre mí para leer sus últimas páginas.
Como puedes apreciar, las palabras no son mi fuerte,
las odio y ellas me odian a mí pero, mira tú por dónde, me estan ayudando a escribir esta carta de despedida hacia una persona que se fue sin despedirse;
hacia una persona que hace tiempo que no me lee.
Así que, seas quien seas, gracias por leer la carta de despedida con destinatario ausente y remitente fuera de cobertura.

sábado, 3 de octubre de 2015

Las estaciones.

Como tú ya sabes,
la primavera se marchó
y pasó por nuestra cara,
como si de una hostia se tratara,
en busca del verano.
Y como también sabes,
el verano le esperaba a ella en la estación,
y que hay veranos que no son buenos
amores no correspondidos
y primaveras kamikazes.
Y así pasó.
Como ya sabes,
porque, al igual que yo, tú lo viste,
el verano ha venido con su liderazgo
llevándose todo por delante
y quemando a la primavera con su ardiente sol.
Pero es que, amor.
Como también sabes,
soy un poco kamikaze y no lo puedo evitar.
Ya sabes que a mí el verano me coge
y no me suelta,
y yo no voy a ser menos que esa persona
que se agarra a sus días
y deja que pasen
de dos en dos
o de tres en tres.
Como si no lo supieras...
ya que contigo no pasan
ni de dos en dos,
ni de tres en tres;
contigo ya me encargo yo
de robarle los días al calendario
y hacer fiesta.
Por lo tanto, el verano, se me hace demasiado corto y no me deja tiempo para respirar un minuto
cuando llega el otoño apretando las tuercas del tiempo.
Y entonces llega éste
y yo no puedo hacer otra cosa que no sea escribir sobre la primera
y el mes de abril que robamos a Sabina,
sobre cómo florecí junto a ti
al igual que los cerezos de Neruda.
Pero el invierno no le concede ni un minuto más
y llega bajando las temperaturas
al bajo cero.
Y yo no puedo evitar meterme bajo la manta y refugiarme en el recuerdo del verano,
a tu lado,
recordarte a ti paseando con tu ropa de baño,
paseando sin zapatillas por mi habitación
y riéndote  de la muerte;
no puedo evitar recordarte sintiéndote la persona más viva de este mundo.
Y mientras,
la primavera renace de sus cenizas
y se abre paso
para volver con el liderazgo de los cerezos en flor,
de las tormentas acunadas
y de pillarte leyendo Neruda.
En la cama.